Un virus es un microorganismo o microbio. Tan pequeño que el divulgador científico Steve Mould explica que si encogiéramos hasta ser del tamaño de las bacterias, los granos de arroz serían más altos que una montaña y su movil tendría el tamaño de un virus. El Coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave (Sars-CoV-2 ) es el causante de la enfermedad COVID-19 y surge aparentemente en un mercado de de Wuhan China en diciembre de 2019. En éste se venden animales de todo tipo para consumo y por ello parece tener un origen zoonótico, pasando de un animal aun humano.
En tan sólo tres meses ese pequeñísimo virus se ha convertido en una pandemia, expandiéndose en todo el mundo, y como tal no discrimina, ni por origen étnico o nacional, género, edad, religión.
Hemos visto reacciones iniciales que van desde la evitación de su gravedad sustentada en teorías conspirativas y noticias falsas (fake news) hasta las alarmistas con visiones apocalipticas. Entre los dos extremos hay desde las prudentes hasta las impetuosas o incluso riesgosas. Así han respondido también los gobiernos con medidas que reducen las libertades y que han sido cuestionadas por su severidad ( Rumanía, Hungría ) y las poco profesionales ( México, Brasil, EUA) Ciertamente también hay países que han gestionado mejor la emergencia sanitaria como los asiaticos probablemente por las experiencias previas de otros virus.
En el mundo intelectual ha sucedido lo mismo, así el filosofo Giorgio Agamben llegó a considerar
las medidas gubernamentales de emergencia como "frenéticas, irracionales y completamente injustificadas..." Dilemas complicados empiezan a suceder. Al poner en cuarentena y con distanciamiento social a la población ha generado que quién vive al día , es decir los más pobres se vean en mayor vulnerabilidad. Sus opciones son más dramáticas: "O nos morimos de coronavirus o nos morimos de hambre, habrá que elegir una" menciona una mexicana.
Al día que escribo estas letras puedo decir que nos inundamos de información sobre este tema. Entre tantas notas verdaderas y falsas; serias y sarcásticas, uno vive con todo tipo de emociones. Uno es espectador de los mapas que se van inundando de círculos que representan el coronavirus y que se van acercando cada vez más a sus hogares, datos estadísticos que contabilizan el número de contagiados, de muertos y de recuperados, historias abundantes de la pandemia y sus efectos en todos los aspectos de la vida.
Algunos filósofos como Zizek consideran que el microorganismo ha dado el golpe al capitalismo. Es probable, pero no sólo a éste, en realidad ha impactado muchas cosas más y aún es prematuro saber qué transformaciones surgirán. Por ello Byung Chul Han considera que el capitalismo continuará, pues el virus no reemplaza la razón e incluso advierte sobre los aspectos que han hecho eficiente el manejo de la emergencia por parte de Asia basado en la mente autoritaria, la obediencia, confianza y ante todo la vigilancia digital ¿Y si este modelo empieza a cimentarse? Como Yuval Harari ha dicho los gobiernos están transitando de monitorear datos sobre la piel a debajo de la piel ( saber la temperatura, la presión: Podrán saber y predecir nuestras emociones, si estamos enfermos... ¿coronopticon?) Dependerá de nosotros. Por ello Harari apuesta a la información y cooperación. Sin duda relevante.
En la pausa, en el silencio, en el aislamiento tenemos un momento decisivo para reflexionar. Para ello podemos tomar el marco de Jareed Diamond de su libro "Crisis . ¿Cómo reaccionan los países en los momentos decisivos?" y analizar desde dos aspectos: a) lo individual o personal y b) como Naciones e incluso como un Mundo sólo.
¿Y cuándo empezó la crisis? o ¿La normalidad era la crisis? como dice Naomi Klein.
Más allá de ello, podemos preguntarnos en lo individual o personal: ¿Qué hacíamos bien o no en nuestras vidas? ¿Vivíamos aceleradamente, no nos deteníamos a disfrutar de la vida? ¿Qué valoramos ahora en estos tiempos: la cercanía con quienes convivimos? ¿Qué emociones y sentimientos teníamos y tenemos? ¿Depresión, ansiedad, rabia, pánico, indiferencia, cinismo, resignación, incredulidad? ¿Nuestros hábitos eran los que en realidad queríamos?
Como Países, comunidades, sucede algo similar ¿Nos hace felices comprar insaciablemente? ¿Quiénes deberían ser valorados por sus aportaciones para la sociedad? ¿Podemos vivir de manera egoísta sin preocuparnos por el otro o el medioambiente, la casa común? ¿Qué debemos cambiar para recuperar lo primordial?
Pese a nuestras preocupaciones, es tiempo de aprendizaje. De saber que no somos islas. De ser compasivos, empáticos. De altruismo, de responsabilizarnos y adoptar las acciones que están en nuestras manos para resolver el reto que nos presenta la pandemia. ¿Qué queremos añadir a nuestra historia? "Había una vez un virus que cambió..."
Con paciencia, flexibilidad y creatividad. En cierto sentido incluso de resiliencia. El futuro está en nuestras manos y en nuestra mente y corazones.
Hemos visto reacciones iniciales que van desde la evitación de su gravedad sustentada en teorías conspirativas y noticias falsas (fake news) hasta las alarmistas con visiones apocalipticas. Entre los dos extremos hay desde las prudentes hasta las impetuosas o incluso riesgosas. Así han respondido también los gobiernos con medidas que reducen las libertades y que han sido cuestionadas por su severidad ( Rumanía, Hungría ) y las poco profesionales ( México, Brasil, EUA) Ciertamente también hay países que han gestionado mejor la emergencia sanitaria como los asiaticos probablemente por las experiencias previas de otros virus.
En el mundo intelectual ha sucedido lo mismo, así el filosofo Giorgio Agamben llegó a considerar
las medidas gubernamentales de emergencia como "frenéticas, irracionales y completamente injustificadas..." Dilemas complicados empiezan a suceder. Al poner en cuarentena y con distanciamiento social a la población ha generado que quién vive al día , es decir los más pobres se vean en mayor vulnerabilidad. Sus opciones son más dramáticas: "O nos morimos de coronavirus o nos morimos de hambre, habrá que elegir una" menciona una mexicana.
Al día que escribo estas letras puedo decir que nos inundamos de información sobre este tema. Entre tantas notas verdaderas y falsas; serias y sarcásticas, uno vive con todo tipo de emociones. Uno es espectador de los mapas que se van inundando de círculos que representan el coronavirus y que se van acercando cada vez más a sus hogares, datos estadísticos que contabilizan el número de contagiados, de muertos y de recuperados, historias abundantes de la pandemia y sus efectos en todos los aspectos de la vida.
Algunos filósofos como Zizek consideran que el microorganismo ha dado el golpe al capitalismo. Es probable, pero no sólo a éste, en realidad ha impactado muchas cosas más y aún es prematuro saber qué transformaciones surgirán. Por ello Byung Chul Han considera que el capitalismo continuará, pues el virus no reemplaza la razón e incluso advierte sobre los aspectos que han hecho eficiente el manejo de la emergencia por parte de Asia basado en la mente autoritaria, la obediencia, confianza y ante todo la vigilancia digital ¿Y si este modelo empieza a cimentarse? Como Yuval Harari ha dicho los gobiernos están transitando de monitorear datos sobre la piel a debajo de la piel ( saber la temperatura, la presión: Podrán saber y predecir nuestras emociones, si estamos enfermos... ¿coronopticon?) Dependerá de nosotros. Por ello Harari apuesta a la información y cooperación. Sin duda relevante.
En la pausa, en el silencio, en el aislamiento tenemos un momento decisivo para reflexionar. Para ello podemos tomar el marco de Jareed Diamond de su libro "Crisis . ¿Cómo reaccionan los países en los momentos decisivos?" y analizar desde dos aspectos: a) lo individual o personal y b) como Naciones e incluso como un Mundo sólo.
¿Y cuándo empezó la crisis? o ¿La normalidad era la crisis? como dice Naomi Klein.
Más allá de ello, podemos preguntarnos en lo individual o personal: ¿Qué hacíamos bien o no en nuestras vidas? ¿Vivíamos aceleradamente, no nos deteníamos a disfrutar de la vida? ¿Qué valoramos ahora en estos tiempos: la cercanía con quienes convivimos? ¿Qué emociones y sentimientos teníamos y tenemos? ¿Depresión, ansiedad, rabia, pánico, indiferencia, cinismo, resignación, incredulidad? ¿Nuestros hábitos eran los que en realidad queríamos?
Como Países, comunidades, sucede algo similar ¿Nos hace felices comprar insaciablemente? ¿Quiénes deberían ser valorados por sus aportaciones para la sociedad? ¿Podemos vivir de manera egoísta sin preocuparnos por el otro o el medioambiente, la casa común? ¿Qué debemos cambiar para recuperar lo primordial?
Pese a nuestras preocupaciones, es tiempo de aprendizaje. De saber que no somos islas. De ser compasivos, empáticos. De altruismo, de responsabilizarnos y adoptar las acciones que están en nuestras manos para resolver el reto que nos presenta la pandemia. ¿Qué queremos añadir a nuestra historia? "Había una vez un virus que cambió..."
Con paciencia, flexibilidad y creatividad. En cierto sentido incluso de resiliencia. El futuro está en nuestras manos y en nuestra mente y corazones.
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